LA SALUD MENTAL FRENTE A LA CRISIS ECONÓMICA
Según un estudio en España en el marco del V Congreso Catalán de Salud Mental, los problemas psicológicos vinculados a la atención primaria han empeorado desde el inicio de la crisis financiera. Los casos de depresión han crecido un 19%, los de ansiedad un 8,4% y los problemas provocados por el abuso del alcohol un 4,6%.
Si analizamos estos datos desde una perspectiva simplista, podríamos llegar a la conclusión que “el dinero hace la felicidad”, o que este aumento de los trastornos mentales más comunes se debe a la incertidumbre y el miedo a lo que está por llegar y no podemos controlar.
Pero si vamos más allá y escudriñamos las raíces del problema nos daremos cuenta de que la crisis ha traído consigo un cambio en el modo de vida de las personas. Es decir, nos acostumbramos a basar nuestra felicidad y el bienestar en cosas materiales, mejores casas, mejores coches, mejores vacaciones, nos hemos adaptado perfectamente a la sociedad del consumismo en la cual valoramos a las personas por lo que tienen o por lo que parecen tener, sin prestar atención a lo que son en verdad. Al llegar la crisis financiera no solo hemos tenido que cambiar en gran medida nuestra forma de vida sino también nuestra manera de pensar, hemos tenido que reaprender a basar nuestro bienestar y felicidad en cosas de carácter más básico.
Ya en 1943 Maslow había escrito sobre las necesidades, en su famosa pirámide:
El problema es que habíamos basado nuestra autorrealización en el dinero y de repente hemos caído hasta la base de la pirámide, en la cual existen casos donde no están cubiertas ni siquiera las necesidades más mínimas, como la alimentación. Por tanto, no nos vendría mal comenzar de nuevo con la base de la pirámide, es decir experimentando satisfacción cuando vamos consiguiendo pequeños objetivos, incluso cuando logramos cubrir las necesidades más básicas (algo a lo que no hemos dado ningún valor pero recién hemos descubierto que lo tiene).
Debemos concientizar el hecho de que, en la actualidad, satisfacer estas necesidades no depende en gran medida de nosotros: no hay trabajo, aunque nuestro sistema de búsqueda sea el correcto, no podemos comprar una vivienda aunque tengamos un trabajo y no podemos plantearnos vivir en pareja o independizarnos ya que no contamos con los recursos económicos. Esto hace que nos sintamos atrapados en un sistema de control externo, hecho que genera frustración y desidia.
Sin embargo, aunque no podamos cambiar la situación, sí podemos cambiar cómo nos enfrentamos a ella y cómo esta influye en nosotros. Debemos cambiar nuestro sistema de control, que pase a ser interno. Debemos ser conscientes de que el modo en el cual nos enfrentamos a una situación depende de nosotros, podemos pasar por un estado depresivo o por un periodo de duelo después de haber perdido la fuente de satisfacción de ciertas necesidades pero tras esta etapa, debemos buscar soluciones.
La primera pregunta que nos debemos plantear es: ¿puedo cambiar la situación? Si el cambio es posible, hay que intentarlo. Si es imposible porque no depende de nosotros, entonces debemos cambiar la forma de percibir, vivir y enfrentar la situación. Por ejemplo, la falta de trabajo conlleva consigo la pérdida de autoestima y un deterioro de las relaciones sociales que en muchos casos deriva en depresión, ansiedad y problemas con el alcohol. A su vez, la depresión se nutre del negativismo hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el futuro por lo que caemos en un círculo vicioso que empeora aún más nuestra situación.
¿Qué hacer? Liberarse de las ataduras y comenzar a preguntarse por qué no. Es decir, ¿por qué no irse a trabajar al extranjero? ¿Por qué no aprender otro oficio? ¿Por qué no emprender una actividad diferente? Recuerda que en situaciones excepcionales se necesitan soluciones excepcionales y que toda crisis siempre alberga una oportunidad.